Buster, siempre seguirás ahí
Era un poeta que jamás utilizó el sentimentalismo ni apeló a la compasión del público, el personaje del cine que más quiero
CARLOS BOYERO – 28 ENE 2016

El cáncer, o la espiral alcohólica con la que trató de aliviar su sentimiento de fracaso, el olvido del público, la ruina económica y artística le enviaron al otro barrio, al cielo o a la nada hace ahora cincuenta años, el 1 de febrero de 1966. Se llamaba Joseph Frank Keaton, pero desde muy pequeño, cuando hacía cabriolas increíbles en el music-hall que dirigían sus padres, todo mundo le conocía como Buster. Es el personaje de la historia del cine que más quiero. También fue uno de los creadores de formas visuales más impresionantes que han existido. Y la gracia en estado puro, aunque su rostro no sonriera jamás delante de la cámara (aseguran que lo hizo una vez, pero yo no lo he visto). Era un poeta que jamás utilizó el sentimentalismo ni apeló a la compasión del público.

A diferencia de Chaplin, Laurel y Hardy o Harold Lloyd, con cuya obra estuve gozosamente familiarizado desde crío, a Keaton lo descubro (solo había visto antes la maravillosa El maquinista de La General) a principio de los años setenta…

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