El clown, un nuevo paradigma
Extraído de un texto publicado por Guido Miguel en http://es.scribd.com
Para el filósofo francés del siglo XX Henri Bergson, la diferencia fundamental entre el género trágico y el cómico radica en que el primero se ocupa del individuo y el segundo de la clase social que este representa. Muchas otras definiciones de la comedia también se acercan a esta idea. Considero que el Clown, rompe este paradigma, ya que es un estilo cómico donde el individuo se ve a sí mismo enfrentado a la sociedad (el público).
Los precedentes del Clown los encontramos en los personajes cómicos que en un comienzo mencionábamos como renovadores, desordenadores y curanderos de tribus. Su rol social ha existido siempre. Con respecto al término Clown, citamos lo siguiente:
“…se entiende que el término “Clown” haya sido puesto por el teatro inglés, derivándolo del latín colonus (clod/ clown: burdo destripa-terrones, destrozador) También es llamado “Augusto”, Blanco, Carablanca, Pierrot, Enharinado, Estirado, Excéntrico… el Clown se definió en Inglaterra a mediados del siglo XVIII.”
El mundo del Clown nos entrega un gran avance para el trabajo actoral:
“El Clown pone en evidencia al individuo en su singularidad. Desmitifica la pretensión de cada uno de ser superior al otro… inverso del enfoque pedagógico de observar el mundo y dejarlo reflejar en uno, con el Clown hay que ser uno mismo y observar el efecto que uno produce sobre el mundo, es decir el público”
Los Clowns aparecen en los años sesenta, en Francia, a raíz de la relación que podía existir entre la Commedia Dell’Arte y los payasos de circo. Así nació una búsqueda del propio lado irrisorio, donde a diferencia de la Commedia Dell’ Arte, el actor no tiene que entrar en un patrón de personaje preestablecido, sino descubrir en sí mismo la parte humorística que lo habita y enfrentarlo a la sociedad. De esta forma, el Clown rompe con la idea de Bergson acerca de la comedia como representante de lo social y no de lo individual, que vendría a representar la tragedia.
“Cuanto menos se defienda, cuanto menos trate de jugar un personaje, cuanto más el actor se deje sorprender por sus propias debilidades, el Clown (la individualidad del actor) aparecerá con más fuerza”
El Clown al fallar en su número, coloca al espectador en un estado de superioridad. Este fracaso es el que revela la naturaleza humana que emociona al público y lo hace reír. El diálogo con el público es fundamental, el Clown juega con él. Para Lecoq, este ejercicio de contacto con el público para un actor en formación es indispensable. Por otra parte, el trabajo pedagógico que propone consiste en permitirle a los actores descubrirse, ser ellos mismos y experimentar un estado fundamental en escena “la soledad”, concepto también trabajado por Stanislavsky: soledad en público. Con respecto al juego escénico, el Clown le otorga al actor la “técnica del conflicto”: El Clown no tiene necesidad de conflicto porque siempre está en conflicto, especialmente consigo mismo. La dimensión trágica que puede surgir a raíz de la revelación de posibilidades y conflictos, en el Clown, son de una gran riqueza. Un Clown tratará de sobrevivir o sobrellevar su tragedia en el escenario. Y es esta salvación la misma que todo ser humano busca en la vida. Con esto se reafirma el nuevo paradigma impuesto por el Clown: la comedia actualmente se ocupa del individuo. José Antonio Pérez Rioja, escribe acerca de esta relación humorismo-salvación:
“El mérito mayor de la actitud humorística está encerrado en su espléndido poder subversivo, que es el de la inteligencia en libertad buscando lúcida y desesperadamente sus fines. Una subversión de la que puede surgir inopinadamente la mística sensatez que el hombre necesita para salvarse”.
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