Sacha Baron Cohen cree que la industria del cine no tiene sentido del humor. Pero al guionista y actor le da igual ganarse enemigos, sabe que no puede hacer reír a todos.
Sacha Baron Cohen ha secuestrado a Pamela Anderson o le ha tirado las supuestas cenizas del dictador norcoreano Kim Jong-il a Ryan Seacrest, uno de los presentadores más populares de la televisión estadounidense. En la alfombra roja, aprovecha cualquier oportunidad para posar en calzoncillos. Su humor llega donde nadie se atreve, incluso haciéndose pasar por negro durante la última entrega de los Oscar en una ceremonia donde la diversidad racial escocía por su ausencia. El actor y humorista británico de 44 años y ascendencia judía sabe echar sal sobre cualquier herida. Lo hace con todas de las personalidades que ha creado en su carrera, el gañán de Borat, el mandatario con aire de Gadafi de El dictador, el fashionista de Brüno o el gangsta incapaz de ver que no es negro de Ali G.
Pero una de las pocas veces que se presenta como él mismo, como el chaval que aprendió a reír con Peter Sellers y La vida de Brian, el graduado de Cambridge casado con la también actriz Isla Fisher, con quien tiene tres hijos; el comediante, actor y guionista se queja muy en serio. “Si quieres arriesgarte, el lugar es la televisión. Hollywood ha perdido el sentido del humor”, afirma tajante. “Los estudios son cada vez más….
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