VERÓNICA URBIETA INTEGRA UN GRUPO DE CUATRO PERSONAS QUE FUERON SELECCIONADAS PARA TRABAJAR DURANTE UN AÑO EN UNA POBLACIÓN PERUANA, DONDE DESDE 2005 SE CONCRETA UN FESTIVAL ANUAL. EL RECONOCIMIENTO PROVINO DE GESUNDHEIT, EL INSTITUTO FUNDADO POR PATCH ADAMS, Y LA ORGANIZACIÓN PERUANA BOLA ROJA. ES PSICÓLOGA Y HOY A LAS 7 PARTÍA DESDE EZEIZA, PARA LLEVAR ADELANTE LA TAREA EN EL BARRIO DE BELÉN, EN LA CIUDAD DE IQUITOS, TAMBIÉN CONOCIDO COMO LA VENECIA AMAZÓNICA

En Belén confluyen todos los años durante quince días, desde 2005, payasos comunitarios de diversos países del mundo. En el barrio portuario de la ciudad peruana de Iquitos se desarrolla en agosto un festival de arte y salud, que es organizado por Gesundheit, el instituto del médico estadounidense y activista social Patch Adams, y Bola Roja, una entidad de Perú. Verónica Urbieta participa en el encuentro desde 2008 e incluso residió durante dos años en este poblado, donde trabajó para la Asociación La Restinga.

La psicóloga tresarroyense, de 30 años de edad, fue uno de los cuatro payasos comunitarios seleccionados en el último festival para participar en una misión especial durante un año en Belén. Iba a partir hoy a las 7 desde el Aeropuerto de Ezeiza hacia Lima, con escala en San Pablo, junto a la médica Vanesa Romano, quien tiene 31 años y es de Mar del Plata; y Santiago Fagnani, profesor de educación física y actor de San Nicolás, de 30 años. Mauro Lunelli, un joven italiano y también miembro del grupo, viajará más adelante.

Una sorpresa
Verónica explicó que al festival de Belén «van payasos de todo el mundo, con distintas profesiones e inquietudes. Somos alrededor de cien, el año pasado por ejemplo participamos 130. Yo voy desde 2008 y así conocí La Restinga, la ONG de Iquitos que no es de payasos, en la que trabajé dos años. Volví de esta experiencia a fines de 2012».

En la última edición hubo una característica interesante. «Coincidimos muchos de los que vamos hace años. Y se generó un espacio para poder darnos discusiones acerca de cómo se está haciendo esto, hacia donde vamos, hacer una especie de evaluación sobre todo este tiempo», señaló.
En este contexto, surgió una propuesta inesperada que implica, a su vez, un reconocimiento. Verónica explicó que «hay una generación que empezó con esto que es Patch Adams, que va a cumplir 70 años, y dos médicos más que son sus amigos: John, que es director de la organización, y Carl, un médico psiquiatra. Ellos son, de alguna manera, la cabeza de la organización y detrás vienen los hijos de Patch y mucha gente joven de todos lados».
Con los referentes de Bola Roja, cuya sede central se encuentra en Lima, pidieron «hacer una reunión en la mitad del festival con todos los que vamos desde hace muchos años. Lo que dijeron ellos es que en 2015 se cumplen diez años de este encuentro y es momento de decidir qué hacemos. Quieren subir la apuesta, Belén necesita más. Por eso eligieron a cuatro personas para que se animen a venir durante un año».
No esperaban este desafío. «No entendíamos nada -admitió-. Realizaron la propuesta delante de todos. De a poco, cuando salimos del estupor, empezamos a preguntarles en qué consistía lo que teníamos que hacer». La respuesta fue simple, «hablaron de que a la gente de Belén hace falta destinarle más tiempo y nos dieron una amplia libertad, que estemos en el lugar y si queremos dedicarnos el año entero a hacer amigos está bien. Nos dieron confianza, es un aprendizaje».

Para ella, el gesto tiene mucho valor porque «vengo trabajando en estos ámbitos desde hace bastante tiempo y siempre funciona al revés. Así sea para el Estado o iniciativas de otros sectores, tenés que terminar haciendo un montón de cosas de las que no estás muy convencido a cambio de poder hacer un pedacito en lo que sí crees. Y yo creo mucho en el trabajo más chiquito, como el de armar un grupo de 15 ó 20 pibes y sostenerlo durante todo el año, no con 500 adolescentes a la vez».

En este sentido, observó que «uno tiene el esquema armado en la cabeza. Si te ofrecen un trabajo, te exigen cantidad de horas por día, rendir cuentas de cada actividad. Pero ellos confiaron, plantearon ‘ustedes son los que saben y nos van a decir cuando nosotros regresemos en agosto qué es lo que conviene. Si algo no funciona demasiado bien no importa, sirve también para saber más sobre lo que se puede hacer'».
Geshundeit y Bola Roja cuentan con fondos para esta tarea. «‘Hay una plata que alcanza. Piensen cómo sería un sueldo para manejarse’, nos preguntaron a nosotros. Es una cabeza totalmente distinta», indicó Verónica.

Semillas
Una de las fortalezas es el vínculo afectivo con la población, que se originó y fortaleció en los festivales. «Tenemos como un millón de ideas y ahora habrá tiempo de desarrollarlas -dijo con énfasis-. Sabemos lo que hay, qué podemos hacer a partir de actividades que fueron como semillas en las visitas de los últimos años».

Como un ejemplo, mencionó los talleres de amor y sexualidad con adolescentes. «Es un tema cultural que manejamos con mucho cuidado. Es una comunidad con casos de abuso sexual, explotación. Sobre todo, hay una desvalorización muy grande del lugar de la mujer», reflexionó.

También consideró que «no tenés que ser un especialista en salud para poder ir a un centro asistencial y buscar que a la gente la traten bien».
La intervención como payaso otorga una herramienta, quita barreras y permite establecer una relación desde otro lugar. Para Verónica, «la mirada del payaso ayuda a ver el potencial de cada lugar. Si vas sin eso, o no volvés o volvés ahí para sufrir. Mi primer viaje fue tremendo, volví a mi casa y me daba culpa tener una ducha de agua caliente ¡Es tan desigual! Te empezás a preguntar por el azar, yo podría ser esa persona que está ahí».

Acabar de leer el artículo en http://www.lavozdelpueblo.com.ar