Hablamos con Donald B Lehn, Roberto Gasca y los payasos Alex Navarro y Caroline Dream.

En lo que llevamos de mes ya son varias las citas circenses que han tenido lugar. Circolmedo, en Olmedo, la primera edición de Circaire en Palma de Mallorca y Mueca y el Festival de Circo y Teatro de Calle de Tenerife; hasta el próximo 29 de mayo Valladolid celebra su Festival de Teatro y Arte de Calle. También el Teatro Circo Price ha programado sesiones de la disciplina que tendrán lugar a lo largo del año. Aprovechamos las citas para rastrear el estado en el que se encuentra esta milenaria forma de expresión y conocer la labor de las escuelas de prácticas circenses hablando con los directores de la escuela Carampa y Charivari así como con los payasos Alex Navarro y Caroline Dream.

SAIOA CAMARZANA | 25/05/2016 para Elcultural.es
Es un arte milenario. Tanto que nos podemos remontar 3.000 años para ver los primeros comportamientos malabaristas y acrobáticos de la cultura mesopotámica. Hay pinturas egipcias en las que ya se muestran estas prácticas. Claro que desde entonces hasta la creación del primer circo moderno de mano de Philip Astley en 1768 todo había evolucionado. Con todo, los romanos, los titiriteros, las controversias por el uso (de dudoso trato) de animales o personas con deformidades, la práctica circense no solo es el circo de carpa ni mucho menos es un arte para niños. Hay más. Pero, ¿en qué situación se encuentra hoy en día en España? Hablamos con el director de la escuela Carampa (Premio Nacional de Circo 2011), Donald B Lehn, el director de la escuela Charivari, Roberto Gasca y los payasos Alex Navarro y Caroline Dream.

La mirada de los profesionales del circo contemporáneo no parece ser demasiado positiva porque, como en todas las artes, «para hablar de cómo está el circo en nuestro país hay que preguntarse cómo están las artes escénicas y la cultura en general y la respuesta corta es mal», afirma Donald B Lehn, director de la escuela madrileña Carampa. Más allá de conectar con el público, «la visibilidad depende del apoyo institucional, que es mínimo, y de que los medios decidan apoyarla», añade Alex Navarro, responsable de una de las páginas del mundo circense de referencia (clownplanet.com) y payaso durante 1998 y 2000 en la pieza Mystere del Circo del Sol.

Uno de los problemas es que apenas hay escuelas de formación que cuenten con ayudas que «permitan salarios dignos y, sobre todo, precios asequibles para los jóvenes que eligen este campo de expresión«, dice Behn. Es un arte tradicional en el que, sin embargo, «las ayudas que existen son para determinados circos y el resto, como las escuelas, no pueden acceder», critica Roberto Gasca. Y es que, con excepción del Circo del Sol, que para Navarro «suscita un interés desmesurado y no necesita tanto apoyo», se está privando de difusión «a las compañías nacionales que lo necesitan». Y es justo en ese ámbito donde se concentra gran parte del talento, «en compañías pequeñas que actúan en la calle y los teatros», como Animal Religion, Hotel Locandi, Toti Toronell, Gran Dimitri, etc.

Otro de los males endémicos de la profesión es la falta de un espacio que se dedique al circo. En sus inicios, en el año 1853 por parte del domador de caballos británico Thomas Price, el Teatro Circo Price se profesionalizó en estas prácticas pero ahora su programación ha derivado demasiado hacia los conciertos. «El acceso a la institución es difícil y casi siempre hay compañías extranjeras», apunta Gasca. Algo que no ayuda ni al fomento, ni a la visibilidad, ni al conocimiento de las prácticas circenses. Por eso, Navarro, cree que «debería dedicarse fundamentalmente a ello puesto que el teatro y la música ya tienen suficientes espacios para mostrarse». Aunque añade que dado que «el circo fusiona muchas artes podría tener una lógica que se programen otro tipo de espectáculos siempre y cuando contengan algún elemento circense».

Ahí es donde la labor de las escuelas entra en juego pero partiendo también de un problema de base que explica Gasca: «en España no existe la práctica circense homologada ni profesionalizada» lo que «produce un ir y venir de gente» que sin el conocimiento profundo del medio ofrecen cursos de dudosa calidad. «Parece que cualquiera puede enseñar», señala. En este sentido, «el nacimiento de las escuelas de circo es quizá el hecho más importante en la renovación de este arte», anota Behn. En un mundo tan heterogéneo como el que vivimos la formación ya no depende exclusivamente de la familia, ha dejado de ser generacioanl y la gente se abre por las ganas de aprender nuevas formas de expresión. En ocasiones se trata de profesionales que vienen de disciplinas como la danza, la pantomima y son «artistas de calle, actores, locos con ganas de utilizar el lenguaje propio del circo para expresarse de una manera nueva», añade el director de Carampa.

En Charivari, por ejemplo, que lleva trabajando desde el 2003 sin ayudas ni subvenciones, reciben alrededor 100 inscripciones mensuales de alumnos de España, América y Europa. Entre las disciplinas más demandadas de la escuela que lidera el artista Gasca se encuentran los aéreos y las telas y lo que buscan desde su espacio es «el detalle, que la parte interpretativa de quien se sube al escenario emocione«. En esa misma dirección responde el responsable de Carampa porque «todo artista busca una base sólida en acrobacia, danza y en expresión teatral a veces orientados hacia el clown«. Desde que el circo pasó de ser un entretenimiento popular a un lenguaje escénico propio el desarrollo de la profesión pasa por renovar el lenguaje. «El resultado es que hoy el mástil chino ya no es chino, se están haciendo cosas que ni ellos mismos imaginaron», destaca Behn.

El clown al servicio de la sociedad

Tradicionalmente el papel del payaso en las funciones circenses no era otro que el de entretener al público mientras los utileros cambiaban el escenario entre funciones. Actualmente, los espectáculos de compañías como el Circo del Sol «son un despliegue de fantasía tal que de vez en cuando hace falta devolver al espectador al plano terrenal», anota Alex Navarro. Pero el oficio de payaso también tiene sus riesgos porque «requiere que el material que se muestre esté vivo, que el público lo reciba como algo que se está creando en ese mismo momento», anota Caroline Dream, que también ofrece cursos de clown y ha agotado ya la segunda edición de su libro El payaso que hay en ti. Cuando uno intenta hacer reír a la gente existe el riesgo de que el público «no responda, algo que puede incluso descolocarte». Se trata «del famoso comic timing» en el que «existen factores que no están bajo el control» del artista.

En la formación de un payaso profesional entran en juego infinidad de factores que no solo son los de intentar hacer reír al público. Además de cientos de horas de preparación, «solamente después de diez años puedes hacer reír a cualquier persona bajo cualquier circunstancia», percibe Dream, «hay ejercicios de confianza, atención, presencia y otros que ayudan a la escucha, la apertura, la imaginación, la sensibilidad y el encuentro del humor propio», explica. Porque en este campo la personalidad propia hace que un clown pueda destacar sobre el resto con rasgos diferenciadores que se recogen después. Un buen payaso «provoca en nosotros una reacción corporal y mental además que un buen profesional invita a su público a participar en su universo». Una esfera en la que puede ocurrir de todo y se «ofrece algo fresco lleno de fantasía y locura». Claro que hay un punto de salida y ese se trata de «partir del concepto de que todos somos ridículos y un poco idiotas -no todo el tiempo pero sí a menudo- y el aprendizaje del clown consiste en reconocer y exponer hábilmente los elementos cómicos que tenemos a disposición», detalla.

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