(Se coloca una nariz de clown)

Decía Saramago que…

… el alma humana es una caja de donde siempre puede saltar un payaso haciéndonos mofas y sacándonos la lengua, pero hay ocasiones en que ese mismo payaso se limita a mirarnos por encima del borde de la caja, y si ve que, por accidente, estamos procediendo según lo que es justo y honesto, asiente aprobatorio con la cabeza y desaparece pensando que todavía no somos un caso perdido.

El lugar que ocupamos los payasos en nuestra sociedad está muy por debajo de los charlatanes, los indigentes, de aquellos que lo han perdido todo…

Y es que un indigente puede dormir en la calle, pero jamás permitiría que le tiraran un balde con agua por su propia voluntad.

El payaso sí lo acepta, es más: lo exige, para despertar en el público la lástima disfrazada de carcajada.

Porque lo que él sabe y es un secreto para ustedes…

Es que en su miserable y patética falta de dignidad el encuentra…

Su aprobación.

¿Incongruente no?

Forma parte del proceso que lo lleva de la degradación a la conmiseración de saberse amado y poder encajar. ¿Le suena familiar?

Él también sabe que lo peor que le podría suceder a usted, persona «formal», es que se rían de sus defectos, por eso cuando tropieza y muerde el polvo lo primero que hace es voltear a ver si nadie se percató de su falla, de su devaluación como Homo Serius…

Pero el payaso reconoce que no hay nada más vergonzoso que recibir un pastel en la cara, justo ante la vista de todos…

Un pastel como este…

Y sí, es justo este momento donde nuestra vulnerabilidad empieza a picarnos el culo…

¿Acaso seré yo el elegido?, se preguntan…

Un pastel para un teatro lleno, solo uno, uno…

Pero no cualquiera…

Porque el proceso, verá, es complicado… Casi metafísico.

Se debe tener la precisión del ejecutante para elegir a la víctima ideal,

¿Una mujer? No…

Porque una tarta de crema en una cara femenina despierta la conmiseración y eso arruina el efecto…

¿Un niño? Lo mismo: demasiado vulnerable…

¿Demasiado complicado y aburrido para ser algo que en su principio tenía que ser gracioso no?

El pastel en la cara cumple hasta las más altas expectativas cuando tienes un deseo de venganza implícito, cuando se convierte en una herramienta de ajuste de cuentas…

En el rostro de un policía, por ejemplo, de un senador o del director del banco donde le cobran el cuarenta por ciento de réditos sobre su hipoteca… en la cara del imbécil de tu vecino que escucha a un volumen obsceno su música norteña todos los sábados por la mañana, aun sabiendo que trabajaste hasta tarde una noche anterior,

Degrada la cara de imbécil de tu afrodita de barrio, esa que se acuesta con media colonia y la otra mitad la tiene en lista de espera, la misma por la cual te ganaste a pulso el sobrenombre del Milky Brother…

Entre más alto sea el estatus, más grande la afrenta, más gracioso resultara ver reducida su dignidad…

Es delicioso verlos limpiarse la cara escupiendo de rabia, ante la burla de todos aquellos que tenemos una oportunidad única de cobrarnos cada hora extra, cada reforma constitucional, cada mordida corrupta… cada venida en mi cama de un extraño enemigo que profana con su planta mi suelo

Por eso la enorme responsabilidad de escoger la cara y la venganza precisa…

(Escoge a su víctima)

¿Cómo te llamas?

¿Dónde vives?

¿Coges con mi mujer?

(Le ofrece un plato y una lata de crema batida)

Te doy el beneficio de la duda…

La oportunidad de ser víctima o ejecutor, ¿qué prefieres?

Yo decido vengarme en contra del único y castrante autor de todos y cada uno de mis conflictos emocionales… (Arroja el pastel en su propia cara)

¿Cómo me dijiste que te llamabas?

¿De verdad no conoces a mi esposa?

¿Qué vas a elegir?

Bríndame la oportunidad, bríndamelo, bríndamelo, carnal…

Y al final cuando ya no tienes nada que perder te das cuenta que por debajo de ti, siempre habrá alguien dispuesto a estrangular su propio respeto con un simple… ¿Cómo te llamas?

Vallarta, Septiembre del 2018.

-Rescatado textos que nunca habían visto la luz.

Jasón Vásquez.